dijous, d’octubre 13, 2005

 

Critica del concert dels Poets a l'Apolo

Por Rafa Quílez Barcelona, 11 oct (EFE).
A : http://www.finanzas.com/id.8710322/noticias/noticia.htm

El grupo de pop-rock Stereophonics presentaba anoche en Barcelona su quinto disco, "Language. Sex. Violence. Other?", pero, pese al éxito de convocatoria, la música la pusieron los teloneros, los barceloneses Poet in Process, una auténtica revelación de la escena pop-rock independiente.

Poet in Process se formó hace un par de años y es un cuarteto en el que destaca la potencia vocal y la fuerza escénica de su cantante, Lynne, una jovencita de ascendencia inglesa con un gran parecido físico con la actriz que interpretaba a "Blossom" en la serie televisiva homónima.

Musicalmente, ni los conciertos acústicos -formato en el que los había visto en un par de ocasiones-, ni sus maquetas -algo blandas y con falta de producción- hacen justicia a su directo, donde se convierten en una banda que bebe de Tanya Donelly y Kristin Hersh para sonar como la mejor época de Belly.

Estribillos de pop, líneas de bajo imaginativas a cargo de Natxo Arola, un guitarra solista con buen gusto -Toni- y un batería con falta de potencia pero que hace caminar las canciones -Dani KTN-, más la voz y la acústica de Lynne, son un cóctel perfecto que cautivó al público.

A la hora de empezar su concierto, más de 400 personas llenaban ya la sala Apolo, y 45 minutos después una cerradísima ovación saludó a lo barceloneses, que se despidieron en loor de multitudes y con caras de alucinar.

Igual que alucinó el público, al que Lynne se dirigió siempre en inglés, con canciones como "Breathe", "Wondering Irish", "Shine", "Why?" o "Keeping me blind".
Luego, el trío Stereophonics tocó con la sala repleta y con su 'merchandising' ocupando y cortando el paso del lateral que conduce al lavabo, el único acceso posible, lo que originó un tapón considerable y peligroso en caso de que se hubiera producido una avalancha.

Y ese suceso habría sido, de haberse producido, lo único destacable del concierto de Stereophonics, que esta noche presentan su quinta obra en la madrileña sala Arena.
Kelly Jones (voz, guitarra y piano), Richard Jones (bajo) y Javier Weyler (batería) intercalaron durante 90 minutos canciones de sus cinco elepés, incidiendo en el último, del que sonaron seis cortes: "Superman", "Doorman", "Devil", "Rewind", "Pedalpusher" y, en el bis, "Dakota".

Con un volumen excesivo y demasiados medios técnicos para la ocasión -Jones llevaba media docena de guitarras eléctricas y otras tantas acústicas-, Stereophonics parecen no haberse cogido su exacta medida en nuestro país: puede ser que en Gran Bretaña sean unas estrellas, y como tal se comportan, pero aquí son un grupo más, y no precisamente bueno.

Su problema es que, después de casi diez años, aún no han conseguido un sonido propio, por lo que suenan a Oasis cuando hacen rock, a Muse cuando se ponen épicos, a Keane en su faceta pop, a U2 cuando están melodramáticos y a Scorpions cuando atacan sus baladas de heavy-AOR.

Por eso, y por canciones como "A thousand trees", "Madame Helga", "Mr. Writer", "Roll up and shine", "Too many sandwiches", "Size nines", "Deadhead", "I'm alright (You gotta go there to come back)", "Maybe tomorrow", "The bartender and the thief", "Local boy in the photograph", "Traffic" o "Just looking", no llegarán a nada.
Con semejante repertorio, plano e idéntico de principio a fin, se podrá vivir de la pose en una escena determinada, pero no jugar en la Liga de las Estrellas. O sea: pueden jugar para intentar salvarse del descenso, pero sin abusar de su suerte, que hasta el Cádiz bajó un año y le costó Dios y ayuda volver a Primera.



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